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BandaLarga

as autoestradas da informação

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Para o PS os filhos não contam como pessoas

Se um agregado familiar com 2000 euros de rendimento, for constituído por apenas duas pessoas, o rendimento per capita é de 1000 euros, mas se um agregado familiar, com o mesmo rendimento,  tiver dois filhos , o rendimento per capita é de 500 euros. Há quem no PS não perceba isto. Porquê? Porque há uma parte do rendimento das famílias que pertence, naturalmente, ao Estado.

Que o PC e o BE defendam esta concepção de família compreende-se, agora que no PS, haja quem pense assim, é muito preocupante. Mas é o PS que se esconde atrás de António Costa. É que esta é a diferença em sede de IRS que levou o PS a vetar o diploma. 

Pela primeira vez cada filho conta 0,3 para cálculo da matéria colectável, o que sendo pouco, é um avanço tremendo .Esta proposta vai sentir-se já em Janeiro no bolso das famílias mas nada disso importa para estes iluminados. Para eles o que conta é que o Estado terá menos dinheiro para distribuir através dos serviços públicos. 

Eles preocupam-se com o estado estão-se maribando para as pessoas. São estatistas não são socialistas.

 

LOS CUIDADOS QUE LOS HIJOS ADULTOS TIENEN CON SUS PADRES - Prof Raul Iturra

 

Despertó todo contento esa mañana: jugaba la selección de su país con la selección de otro. ¡Estaba seguro que iba a ganar! Comenzó a celebrarlo desde muy temprano ese domingo. Sus descendientes, que viven en diversas partes del mundo, comenzaron a llamarlo desde muy temprano para desearle el mejor de los juegos para la selección de que era adepto. Estaban seguros que el papá iba a estar pendiente de saber la historia de cada selección, de cada uno de sus jugadores, quién vendría a la cancha y quiénes quedarían en reserva para cuidar sus males. Las conversaciones fueron animadas. Tan animadas, como las que tenían cuando el mundo estaba al revés. Los padres tenían que cuidar a sus hijos, ver que no se magullaran, que se entretuvieran y que, al final del día, hubieran hecho los trabajos de la escuela. Esos padres ni tiempo tenían para ver lo que gustaban: el juego del futbol, por dedicarse a ellos.

Conscientes del acto de devoción que ellos tenían para sus deberes infantiles, una vez crecidos querían devolver la mano. Los hijos adultos se preocuparon de saber cuál era el club preferido de sus padres y la selección por la cual apostaban. No solo estudiaban con que sus padres ya sabían, bien como seguían la historia de los jugadores en los que ellos apostaban y de los otros que, por causa de enfermedades que resultan del juego, no podían jugar esta vez. Comentaban con ellos las fallas y hacían apuestas. ¡Era una ternura que los padres no esperaban! Una ternura paterna filial que ayudaba a esos adultos a pasar las horas que faltaban para que el juego empezara. Las horas parecían siglos. Habían esperado mucho tiempo para tener la libertad o de ir al partido, o de acomodar la casa para que sus adultos estuvieran confortables con el juego.

Se preparaban queques, té en abundancia-ninguno de ellos bebía alcohol para celebrar o para reconfortarse caso su club o selección perdiera o empatara, que equivale a no ganar.

Entendían los jóvenes adultos el deseo profundo de seres humanos que no tendrían muchos años más para debatir ese entretenimiento. Era como un juego de ajedrez: mucha concentración, mucho pensar, mucho cálculo. El mismo tipo de actividades que ellos habían aprendidos con sus adultos ya mayores. No mucha emoción para que la tristeza no fuera grande, no mucha exaltación durante el torneo. Los padres no eran viejos, pero eran adultos mayores que podían aún vivir muchos años para que esos días de juego, fuera una entretención familiar, con nietos sentados en las rodillas, que aplaudían cuando los abuelos lo hacían. No sabían por qué, pero ver el rostro encendido de entusiasmo, los entusiasmaba a ellos. Más aún si los abuelos explicaban por qué ese jugador era valioso y cual era mejor retirar del campo de combate.

La misma historia que los abuelos de hoy, como hijos adultos, hacían con sus padres. La casa entera vibraba en esos años pasados y si un bebé lloraba, el abuelo la abuela entusiasta lo entretenía mostrando como se jugaba a la bola y el nieto traía la suya y en cuanto con el rabo del ojo no perdían movimientos de l pantalla televisiva, los pies iban entreteniendo al nieto o nieta que se distraía por hacer lo mismo que los jugadores que los abuelos y sus hijos mayores, contemplaban.

Los hijos adultos dejaban que sus hijos pequeños toreasen el juego con los adultos mayores, pero sin mucho movimiento para no cansar a los viejos ni a los niños, que después no dormían tranquilos. Para apaciguar cualquier descalabro, las nueras preparaban una comida para celebrar o consolar.

Lo lindo de todo era como el juego de la bola juntaba tres generaciones, a veces cuatro si el padre o madre del abuelo aun tenían la energía para abanicarse en cuanto jóvenes de 20 años jugaban un partido lleno de reglas, en donde los árbitros eran siempre los culpados de la falta de goles de los equipos.

Los hijos mayores acompañaban y aplaudían cada vez que un gol entraba en el arco del contrincante. La tarde noche, hora de los juegos en verano, era una reunión familiar usada para apretar más los lazos emotivos de las diferentes generaciones que apostaban por el miso equipo. Había siempre el hijo o hija mayor disidente que apostaba por el grupo contrario, pero nadie lo achunchaba porque era regla familiar la comunicación emotiva de los miembros de la familia. Más un gol, menos un gol, no interesaba, lo que interesaba más era que los niños no se comieran todas las golosinas ni los adultos mayores se fueran a hartar porque hacía mala la salud. Entre chute y chute, los hijos adultos les daban las gotas para la glucemia para quien lo necesitara, llevaban las cuentas para no emboticarse demás. Los hijos adultos, porque los mayores, concentrado en lo que antes habían perdido cuando eran padres jóvenes, solo tomaban té y comían galletas adaptadas a su salud física. Salud de la que no se hablaba, era una tarde para reír y nada de lo servido era diferente, estaba todo hecho por las señoras o por el típico hijo cocinero, que preparaba todo antes con su enamorada o amigo, hoy en día tanto da, y no perder ningún movimiento del juego.

Esto acontecía en las familias burguesas, porque el proletariado no tenía televisión e iban al café a ver el juego entre cerveza y cerveza, sin mujeres con ellos. Aun así, entre los burgueses la sangre hervía tanto, que veces sin cuenta se aba puntapiés al aparato televisivo, para ayudar al mejor jugador. El más viejo de la familia llamaba la atención sin enojarse y separaba el grupo de observantes del aparato televisivo.

Los Domingos de juego de selecciones, eran días especiales, especialmente porque nunca se sabía si sería transmitido en un canal público o en uno de esos que hay que pagar 25€ al mes para ver el campeonato.

Acabado el juego, venían los debates de quién había sido el mejor, de que ese tiro habría sido un gol si…, etc. Debate calmo, realizado cuando se comía, manjares que eran festejado tanto, como el juego.

Los hijos adultos comenzaban a partir para llevar a los hijos a la cama y descansar ellos, por ser el día siguiente, día de trabajo.

Esto era lo que le acontecía al hombre de mi historia, que era cuidado como una muñeca de porcelana por haberse curado recientemente de un leve accidente vascular cerebral, mejorado ya por el mejor neurólogo de Europa, por orden presidencial que lo quería vivo y fresco para continuar su trabajo intelectual de especialista en psicoanálisis de niños y de sus padres. Sus hijos adultos lo acompañaban para que en su delirio por el juego, no fuera a acontecer otro accidente vascular, lo que era altamente improbable.

Para esta unión familiar continuar, los hijos adultos tomaban precauciones demás, lo que lo enervaba dentro de una serenidad que su familia le proporcionaba, lo distraían y nunca, pero nunca, lo amenazaban.

El resultad lo sabremos mañana, cuando el juego acabe y os periódicos analicen el encuentro.

Gracias sean dadas al altísimo, que dicen por ahí que existe, por los hijos adultos de este señor que la cuidan como una porcelana. Como también por los amigos que lo acompañan con persistentes llamadas telefónica y mensajes.

Raúl Iturra

7 de septiembre de 2014.

lautaro@netcabo.pt

 

 

 

 

 

A PERDA DE UM FILHO Prof Raul Iturra

Não é da morte que falamos, Schubert já o tinha feito música no seu texto musical de 1817 Der Tod und das Mäiden, en luso português: A morte e a donzela. A pessoa que amava, vai-se embora para não retornar e fica só. Isso é morte, a solidão voluntaria do abandono, o entendimento que não somos queridos porque a pessoa amada vai-se embora porque quer. Schubert, doente, fica só sem amigos que o acompanhem nem animais que façam barulho. Em breve, aos seus trita e três anos, ele desaparece levado por uma doença que no seu tempo não tinha cura, sem ser o formol, que mumifica a quem o usa. Um morto vivo.

A história de Franz Schubert (1797-1828) era de imensa música, escrita em apenas os 31 anos que viveu, da qual nos temos apropriado por ser fermosa, alegre y divertida. O seu desaparecimento foi uma perda para amigos y parentes. Não foi morte, a sua vida continua na sua obra e nos amores que ficaram pendurados da solidão de Schubert, da sua ausência, da obra de amar e ser amado.

As mas línguas atribuem a sua perca a atividades que ele nunca realizou. Mas, essa são mas línguas. Ele amava, ele era amado, ele acarinhava, ele era acarinhado. Um acidente de percurso, leva primeiro a Maria Teresa e a comemora em A morte e a donzela, esse quarteto de cordas que está sempre connosco. No amor à família de sua mulher e no desaparecimento quase voluntário dor do seu corpo. Como Beethoven, cheio de amor a sua música e a namorada que teve, que casou com outro e ele a imortaliza na sua 9ª Sinfonia, que começa com o poema de Schiller no seu 4º movimento: Amigos, mudemos o tono, sejamos felizes dentro das misérias da vida, obra de quatro horas de duração que parecem um pestanejar pela felicidade que causa em nós. Essa estreia foi vista e ouvida pela mulher que amou e tornou a ama-lo após ouvir a obra. Essa Amada Imortal para ele que, só de ouvir a música, soube perdoa-lo da ter deixado só e confessa-lhe que o filho que tinha, esse sobrinho, era de facto o filho dele, perto do tempo em que ele fora-se embora para sempre. Mas morre feliz porque sabe que é pai.

Há a perca e o ganho de um filho, há a perca e a lembrança da mulher que amamos. Choramos, sofremos, ficamos em desespero, mas dentro desta mesma vida, recebe-se a recompensa de se saber pai e a perca é mais leve. Não nos primeiros dias em que faltam lágrimas para chorar até as gastar todas. O luto é luto até a eternidade, leva tempo em passar porque em meio minuto a vida muda violentamente. Nem Schubert nem Beethoven tiveram tempo de luto. A alegria de ter amado, entontece os sentimentos, a alegria de termos sido amados, ainda que abandonados, faz da nossa vida uma eternidade que seixa de ser um pestanejar.

Também dois filhos foram-se-me embora. Consolar a mãe, não me deixara tempo para pensar na minha . Passaram anos para o meu monólogo se Segismundo, esse  que A vida é sono, que o poeta estremenho Pedro Calderón de la Barca escrevera em 1653 y que começa com un indevido lamento: Ai mísero de mim, ai infelice. Apurar céus, pretendo, porquê ma tratades assim. Ainda que si nasci já entendo, porque toda a vida e sono, e os sonos, sonos o são. (Castelhano antigo) En desespero, Segismundo, aprisionado para não ser rei, encontra remedio para o seu dissabor amando-se a si próprio e lembrando todos os seus vinte anos que amou e foi amado e abençoado. O lutos da perca de um filho, a descoberta de uma paternidade, a música para Teresa, o amor para o ego, são o remédio para o luto.

O problema é que amamos tanto, que esquecemos do nosso ego e se um filho é perdido, apenas sabemos de nós quando a nossa profissão nos absorve outra vez, e vamos lentamente encerrando o muro das lamentações, assunto que leva meses, anos, em desparecer, mas pode-se encurtar se choramos, gememos, não nos encerramos e corremos para os nossos deveres sem aceitar nenhuma palavra de apresentação quando tornamos, antes que despois, para os nosso deveres e sumimos o nosso pensar em resolver o irresoluto: o governo de um país.

De certeza a mãe que perde um filho, deve dizer antes de começar a sua semanal grande entrevista: oiça, o que é meu, é só para mim, como a música é dos músicos, os poemas dos escritores, un vestido bem abigarrado que não delate o que só tem valor no nosso coração. Uma volta ao mundo primeiro, ou uma crítica dura para o desgoverno, são o milagre que ajuda a suportar a perca do filho. Como fiz eu, apesar dos quarenta anos passados, de um matrimónio desfeito, o silêncio da casa, essa Ana Karenina que por amor, torna para a vida anterior, guardando na alma essa imensa dor.

Quem sou eu para dizer o que digo? Um admirador de uma mãe que tem o filho a morar dentro dela até a sua eternidade. Sim. A psicanálise ajuda, mas o gemer ajuda mais, e gemer só. Portugal é um país de saudades, façamos dele um país de calma e serenidade, para não perder nunca o arguto pensamento que nos leva a orientar a Grande Entrevista.

Raul Iturra

30 de Junho de 2014.

lautaro@netcabo.pt

SER PAI É SER ÓRFÃO DE FILHOS - Prof Raul Iturra

 

Escrevi ontem um ensaio sobre o facto e a emotividade de sermos pais. Quando a minha descendência ia nascendo, ou antes, quando era gestada pela mãe com o meu acompanhamento como pai, as emotividades eram a adrenalina que circulava pelo corpo todo e uma ternura profunda, quase impossível de descrever com palavras, percorria a alma e a carne. Quase um instinto primitivo de proteger a gestora de próximo bebé, do aguardado descendente que ia prolongar a nossa memória dentro das gerações futuras, a lembrança dos progenitores e dos seus antepassados. Mas, isso pensa-se depois, quando os bebés crescem e passa a ser necessário ensinar, premiar, punir às vezes. No período da gestação, todo o que queremos é tomar conta dessa mulher que amamos com paixão, até o ponto de entrar em ela tantas vezes até atingir o nosso objetivo de macho: dar vida a uma entidade que, depois de sair do corpo da mãe, luta pela sua independência e autonomia. Enquanto o bebé está em gestação, há o sentimento de proteção do ser que gesta a descendência, um sentimento muito primitivo de cuidar, de tomar conta, de evitar perigos para gravidez da mulher que vai ser a mãe do nosso vâstago. A paixão cresce até limites que parecem impossível de descrever. Apenas esses exemplos dos dias inteiros na cama para, sem deixar de amar, os corpos se procuram, a intimidade aprofunda-se, dorme-se nos intervalos, prura-se um alimento que o ardor da paixão acorda em nós. Fecham-se as janeles deliga-se o telefone, a campainha da porta fica em silêncio, ninguém pode interromper o estado mais animais de dois seres que pensam que se amam, sem saber que essa líbido é o resultado da procriação como divindades. Não se pensa em bebés, pensa-se na outra pessoa, no desejo de explorar o seu corpo e de se falar apenas dum e da outra. As caras ficam desfeitas por causa dos milhares de beijos que nascem da paixão que nos leva a esta a passar, sem saber, as horas de um dentro do outro. O ato da procriação é um ato divino, de dois deuses que se abraçam e abrasam como duas chamas que nunca mais apagam. Esse casal ama-se, mas, antes, ama-se pelo fato providencial da procura de um próximo ser. O sentimento de amor faz esquecer o resultado de descendentes, apenas sente-se essa intimidade que faz suar. A prova está em que, se aparece uma gravidez, a paixão passa a amor e acarinhamento, a cuidados especiais, a ternura incrementada pelo fato de gestão de um ser.

É a parte mais simpática e alegre da vida, una fato de lua-de-mel que se prolonga quanto á  capacidade de procriar. É assim que nasce a ternura dentro de dois, capazes de insuflar vida dentro de um ser que passa a ser o terceiro, quarto, quinto, dentro da relação que começa a dois. A mulher passa a mãe, uma palavra santa e sagrada que não se pode repetir muito para não enganar a procura de cobertura no leite, nas fraldas mudadas, nos primeiros passos, acompanhado pelo paceiro da procriação que alimenta esse lar, sustento que hoje em dia, também corresponde a pessoa gestora do filho ou filha que passam a trabalhar colmo os homens que não têm o trabalho de dar a luz, mas que acompanham a progenitora a par e passo no cuidado da infância feita por eles, até que a vida social passa a ser governada pela economia e pelas finanças. O amor pode continuar, mas dentro do lar original, varias gerações existem em conjunto: a que prepara o seu futuro no processo de ensino-aprendizagem, definido por mim em outro texto deste blogue e na minha antiga Revista Educação, Sociedade e Culturas, Nº 1 de 1994, que pode ser acedido em http://www.fpce.up.pt/ciie/revistaesc/ESC1/Iturra.pdf .

Várias gerações coexistem, cada uma com objetivos diferentes: a progenitora que orienta, a que prepara o seu futuro som o cuidado de terceiros pagos para os ensinar, até crescerem e um outra u outra entra em casa com a intenção que o casal primitivo tinha, o da reprodução. Os pais passam a categoria de velhos, os mais novos defendem a sua autonomia, ate o dia em que vão embora para organizar o seu próprio lar. Com sorte, consultam os seus velhos, mas, mais crescidos, passam a autonomia absoluta e os velhos, para a solidão de uma casa vazia ou de um lar.

Eis a minha ideia que ser pais, o a orfandade de filhos que apenas se interessam nos seus descendentes e uma certa obrigação, da que se defendem, para com os seus pais, que ficam sós e abandonados. Ainda mais, se a doença e a senilidade entram no lar original.

A falta de filhos e de netos mal conhecidos, lava a paixão primitiva a ser um peso para geração que toma conta dos seus.

Eis o motivo do título de este ensaio: ser pai, é a orfandade de filhos e a rebeldia dos mais velhos ainda capazes de tomar conta de si, apesar de que os descendentes o não o queiram acreditar. Mas, quando há uma boa criação da geração agora autônoma, os seus descendentes respeitam o carinho e cuidado todos que, os agora Avós, lhes deram. O que é uma alegria rara nos tempos que correm, mas que existe, pelo menos connosco.

Viva a vida com uma família extensa unida pelo amor do lar, alargado a filhos, netos e bisnetos e respeito dos mais velhos da autonomia conquistada pelos mais novos. Assim são também menos órfãos os pais originais.

 

 

Raúl Iturra

25 de Fevereiro de 2014

lautaro@netcabo.pt

 

SER PAI. SER AMANTE. AMAR SEM CONDIÇÕES. - Prof Raul Iturra

 

http://www.youtube.com/results?search_query=Mozart+Cosi+fan+tutte&aq=f

Cosi Fan tutte 1996 - Trio "Soave il vento"

 

 

As palavras são semelhantes, as pessoas são diferentes. No entanto, uma está amarrada a outra, atada. Não amor de pai sem filho, não há filho sem mulher. Um facto é a condição do outro, como o sol que brilha no inverno e tiras-nos o frio, como as estrelas que cintilam ao longe. Não há filho sem mãe, como não há mãe sem homem nem paixão sem sol ou sem estrelas, que na intimidade da paixão, são capazes de engendrar uma nova criatura. Este triângulo de pai, mãe filho, tem um ponto de partida. A paixão diz aos que querem ser pais que sem o sol da paixão nem o cintilar das estrelas, é impossível dar da sua vida íntima e pessoal, o sopro de vida de um bebé que começa aos gritos primeiro, até o seu desejo de carinho estar calmo e satisfeito e a sua fome material, também. Como na paixão dos que desejam filhos e, sem darem por isso, os procriam, os ensinam, os agasalham, tomam conta deles, trabalham para eles. Sem perceber, dizia antes, que nesse abraço íntimo de dois, na intimidade da sua paixão, acabam por conceber esse terceiro, que os pais amam e tratam com saber, na base desse abraço público, como vi ontem, 11 de Janeiro, acontecer em público entre dois que já não podem ter filhos, mas o carinho entre eles, sem paixão que engendre outros seres, um e outro se engendram a si próprios sistematicamente, com carinho, com cuidado, com prazer especial na sua atitude.

 

Estou consciente de ter escrito um texto, cujo título era Sermos Pais, a profissão mais antiga e desprestigiada da História. Um texto com citações, debates, definições, comparações, enfim, um texto de erudito que, sem saber como, vai citando, de forma natural, enquanto escreve. Mas, ser pai também é acordar de noite porque um descendente está a asfixiar e a necessitar de ajuda imediata. É a dor da incerteza, é a dor do amor sem limites, que não tem descanso, é a doçura convertida em desespero, é a luta com escudo e elmo para manter vivo o mais pequeno. Enquanto travamos esta batalha (verdadeiro milagre da vida) não pensamos, não sentimos, apenas nos concentramos na luta que acaba por permitir a continuação da vida desse ser pequeno a quem tanto amamos. Roxo, brônquios fechados por uma teia fabricada por um indecente vírus que apareceu sem se saber de onde. Ou, sabemos, mas não queremos recordar. Existem bactérias e vírus que nos rodeiam sem nos apercebermos. Não somos capazes de ver ou entender que existem, tão intensa é a nossa alegria ao levarmos o nosso pequeno a passear, a alegria de o poder mostrar aos outros membros da família, aos nossos amigos, exibimo-nos com o pequeno ser que, no dizer de Wilfred Bion em 1961: Cogitations e em 1962: Learning from experience, nasce já no nosso pensamento. Tanto desejamos ser pais, que antes de o conceber, o imaginamos, brincamos, beijamos, andamos às cavalitas, vamos juntando berlindes, temos piões classificados para o dia que...somos capazes de o ver tal e qual se pensou dever ser ou virá a ser. Podíamos partilhar esse prazer com a mãe, mas prazer de pai é prazer solitário, calado, imaginário, ternamente, como se esse homem fosse a mulher que traz a criança no seu ventre. Prazer que dinamiza esse não esperado acordar nocturno em que vimos que o fruto do nosso imaginário, está quase a partir, a deixar-nos. Sem pensar mais, aplicamos essa resiliência de Cyrulnik ou inaudita capacidade de construção humana. Sem saber como, nem de que maneira, constrói-o no imaginário e falo ficar vivo e a saltitar. Alguma frase salta de repente da nossa cabeça: ter filhos é um prazer, mas criá-los, pode ser um martírio e a nossa atitude muda do imaginário de berlindes à vigilância permanente, enquanto o pequeno se faz adulto, e entende o desenvolvimento da vida e, assim, acabamos por viver em paz: sabemos que aprendeu do nosso próprio exemplo, das nossas noites acordadas e dos nossos dias de observação silenciosa, que percebe nos seus sentimentos inconscientes, esses que ficam gravados na História do indivíduo. Amor de pai, um Cid Campeador, que nem chora nem tem raiva: vê, ouve, vigia, toma conta, ama e ensina. Com a esperança que os mais novos aprendam o debate com os factos da vida, provem os perigos e se afastem deles, aceitem que as palavras ditas e o gesto autoritário, seja apenas um incentivo para continuarem a aprender e a interagir com outros seres humanos.

Este amor de pai, transferido para outros mais novos, em idade ou em saber, trabalha sem descanso a preparar novas ideias para transferir de forma adequada e conveniente, na base do debate, com amplidão de entendimentos, com coordenação com outros saberes, que permita a síntese de uma ideia já provada, com hipóteses de outros autores. É este o processo que dinamiza o saber comparativo, que ensina o amor de pais. Crianças maduras, com estruturas somáticas e espirituais mais fracas em dedicação ao cuidado de si próprias e no respeito a pais que velam o ano inteiro com o objectivo de ensinar apenas um facto: saber precisa de leituras, de paciência, de confronto consigo próprio, de aceitar os erros pessoais, de saber perguntar, corrigir e melhorar o que tem sido indicado como ausente no debate, aprender as regras para não se afogar, para não ficar roxo por falta de ar, mas sim empenhado em aceitar a experiência de quem mais percebe, pela dedicação imensa ao longo do tempo, transmitida com respeito e na altura adequada à capacidade de entendimento.

Ser pai é ser professor. Ser professor, é a vida sem descanso para avançar nas experiências de transmitir saber e pedagogia ou processo estruturado de retirar ideias do pensamento de outros e ganhar as forças e o oxigénio suficientes e necessários que levam a uma aceitação de si próprio e a uma clara, limpa, serena e tranquila disposição na relação com os que comigo aprendem. Se os pais têm confiança nas crianças e permitem entender o contexto, aceitar o olhar da nossa face no espelho da nossa alma, esse pai pensa de mim o que o seu imaginário já experimentado criou. Mãos estendidas que ajudam a não sufocarem, por falta de saber ou por falta de técnicas que são retiradas do ser mais experiente, no qual acredito porque permite melhorar o amor à vida. Comigo e com os meus colegas de carteira ou de vida. Aos que oiço e ajudo, tanto quanto aprendi ao saber ser independente por aceitar as técnicas da respiração que o meu pai cota, teve a paciência e o amor de me transferir. Sermos pais, é o trabalho mais benevolente do mundo. Construído para as novas gerações serem adultas no saber e na idade, ao aceitarem a História e a sua lógica. Nem sempre favorável ao indivíduo, mas aprendida ao longo do tempo, mata os vírus que retiram a capacidade de respirar o ar sadio do saber amar os outros e de me respeitar a mim mesmo.

O leitor pode entender que este texto é uma metáfora sobre o amor de filhos que devem aparecer no futuro, ou que é impossível dar à luz pela avançada idade dos pais. Amar os filhos, é respeitar todos os que têm sido criados debaixo da asa dos progenitores, criação que merece respeito, porque resultado da nossa paixão ou pelo desejo inalienável de sermos progenitores. O descendente nada pediu, é resultado do respeito de esse afã de sermos pais, esse anseio de dois que se amam e que resulta na paternidade que ama os seus pequenos e cria o respeito dos progenitores entre si, por existir entre os dois um ou mais descendentes com essa inaudita capacidade de construção humana. Frases de Boris Cyrulnik, 2001, Editions Odile Jacob, Paris, mesmo ano em Lisboa, Instituto Piaget, que exige o respeito dos pais para com as crianças não procuradas, mas que resultam da paixão entre dois… que nem sabem qual será o resultado no decorrer da vida histórica dos pequenos que acabam por ser adultos como os seus pais. Esse facto apenas, orienta o criar, o respeito aos mais novos, bem como usar esse respeito para saber o que lhes ensinar.

Ser pai é ser órfão de filhos. É o ninho vazio que escrevi antes. Ser pai acaba em ser subordinado dos filhos que criamos. Que mandam em nós, queiramos nós ou não, gostemos ou não. A lei do talião...Trataste-me mal, é a tua vez de suportar a nossa autoridade.

Órfão de filhos é o que é ser pai

Raul Iturra

24 de Fevereiro de 1214.

lautaro@netcabo.pt

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

OS FILHOS QUE TEMOS E QUE QUEREMOS EDUCAR - Prof Raul Iturra

 

Bem sabems que a nossa descedência é o resultado de uma paixão, de uma casualidade, de uma amor cultivado ou que acontece no minuto menos esperamos. Conhecemos, admiramos, gostamos, ouvimos e calamos em frente da pessoa dos nossos amores e cuidados. Até o ponto de fazer de dois, um, esse um refletido na descendência que resulta do verbo amar, esse verbo que define a entrega de um a outro, de respeitar os seus objetivos de vida e solicitar que os nossos sejam também respeitados.

A paixão existe e tem resultado en descendência natural o adotada. Mas descendência que perpetua os nossos nomes, as nossas memórias e fazem de nós pessoas históricas dentro das portas do lar e fora delas. Somos heróis perante os nossos se sabemos partilhar emoções e sentimentos com eles. Emotividades passiveis de ser públicas, sentimentos em que a líbido fica apenas para os progenitores porque o dia acontecerá em que os mais novos terão a própria que, como a nossa, foi apenas para esses dois que, no amor, passam a ser um. Conhecer a pessoa que passamos a amar, acorda em nós um sentimento de respeito, veneração, cuidados, fidelidade e um caminho de ida e volta onde os sentimentos passam a ser, como diz o cineasta manchego Pedro Almodóvar, A flor do meu segredo, 1995. A for pela oferta que fazemos do nosso ser à pessoa amada, segredo, porque é entre dois que sabem as palavras que se vão dizer, as suas preferências que respeitamos e partilhamos dentro da liberdade do verbo amar, em que há palavras que apenas esses dois sabem-se dizer e que com mais ninguém partilham, um dia talvez, com a descendência crescida, capaz de perguntar: como era entre vocês no dia do primeiro encontro, desse primeiro beijo, desse primeiro roce de mão, como se for casualidade mas que leva toda a carga da sedução sem palavras porque ainda não há palavras para se dizer, estão a ser fabricadas no cultivo e crescimento da paixão, da atração e da sedução. Até esse dia em que se conhece bem a outra pessoa dos nossos amores e sabemos ver, ouvir e calar, resguardado para os dois feitos um, a flor do seu segredo. Segredo que mantêm em pé de igualdade um em frente do outro dentro do verbo paixão, sem arrogância, com humildade, com respeito e firmeza dentro do campo de batalha que apenas esses dois conhecem, com o respeito elos objetivos da pessoa companheira e que faz perdurar o carinho aprofundado além da vida material.

Assim nascem os filhos que queremos educar, na visão de dois que se amam e partilham a sua vida e em segredo da família, vão dizendo para os mais novos qua rendem o respeito pelo outro, porque os seus adultos ocultavam as suas mágoas apenas para eles, sem as transferir para os mais pequenos sofrer. Amor a si próprio, respeito pelas suas capacidades que não exibem, são as melhores dádivas de uma juventude que pode durar mais do que cinquenta anos. Dentro da sedução prolongada, fica escondido o verbo educar.

É verdade que o Estado se intromete nas formas de educação da forma que os jornais falam. É na via da sedução em que um governo não se pode intrometer. Os cálculos do Crato são apenas para ele e a sua não sabida programação do trabalho na educação púbica, que mal sabe saber, menos ainda programar. Somos nós os pais, os educadores dos nossos filhos. Não é a ciência a que ensina, esse cultivo de saberes para criar ideias e que Crato quer deixar à liberdade dos pais e cobrar caro or isso. Que mada pais que são professores, para melhorar a sua educação, já bem adquirida em universidades, politécnicos, escolas de educação. Intrometer-se nos planos de estudo, é com os pais e não com os ministros que nada sabem de programação da vida púbica e apenas conhecem a sua regoa de cálculos que até trabalha com erros. Vamos deixar Crato para os jornais, os docentes rebeldes que não precisam nem desejam ser ensinados outra vez, que são despedidos sem motivos, vem os seus ordenados diminuídos porque os contratos de Crato com as editoras manda mudar livros ou manuais todos os anos, gastando os pais mais dinheiro porque o livro do filho precedente já não tem valor para o seguinte: novas descobertas que o docente sabe, são feitas na vida da ciência e transferidas para o discente pelo seu mestre que o aprende das suas leituras e pesquisas, trabalho não de aficionado, mas sim de pessoa amante da sua profissão discente. O que Crato desconhece e retira dinheiro de salários reduzidos para obrigar a comprar livros novos, sem permitir a liberdade de escolha de quem já sabe investigar, tem escrito livros e percorre varias universidades fora de Portugal, para saber mais e ensinar melhor. Como de facto, acontece e que Crato não reconhece, fechado na sua matemática e cálculo para o governo ganhar mais, pagar as suas dívidas, com a pobreza do povo luso.

Amamos os nossos filhos, os ensinamos na ciência da sedução, do respeito a si próprios e aos outros, com reciprocidade. Os educamos no que a ciência não consegue, no amor e respeito a si próprios, a família e a pessoa que um dia eles vão amar, sem adulterar a relação. Com fidelidade para seus próprios filhos, como eles tiveram dos seus pais, com esse amor e carinho que o Estado não sabe nem pode ensinar.

Os filhos que temos e queremos educar, são parte da nossa nação e são bons cidadãos, orque brincamos com eles e lemos textos com e para eles, fora da programação da polis como nos ensinara, há séculos, Aristóteles. Escolas que os pais sabiam gerir com os docentes, também pais, para a felicidade das famílias e da nação.

O governo não entende disto, mas a pater-maternidade o sabe por amor para os seus descendentes.

Raúl Iturra

27 de Dezembro de 2013

lautaro@netcabo.pt

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

O meu filho também é socialista

Os meus filhos são socialistas…

Inês Teotónio Pereira (i-online, 2013-05-11)

 

Não sei se são só os meus filhos que são socialistas ou se são todas as crianças que sofrem do mesmo mal. Mas tenho a certeza do que falo, em relação aos meus.

E nada disto é deformação educacional – eles têm sido insistentemente educados no sentido inverso. Mas a natureza das criaturas resiste à benéfica influência paternal como a aldeia do Astérix resistiu culturalmente aos romanos. Os garotos são estóicos e defendem com resistência a bandeira marxista sem fazerem ideia de quem é o senhor.

 

Ora o primeiro sintoma desta deformação ideológica tem que ver com os direitos. Os meus filhos só têm direitos. Direitos materiais, emocionais, futuros, ambíguos e todos eles adquiridos.

É tudo, absolutamente tudo, adquirido. Eles dão como adquirido o divertimento, as férias, a boleia para a escola, a escola, os ténis novos, o computador, a roupinha lavada, a televisão e até eu. Deveres, não têm nenhum.

Quanto muito lavam um prato por dia e puxam o edredão da cama para cima, pouco mais. Vivem literalmente de mão estendida sem qualquer vergonha ou humildade. Na cabecinha socialista deles não existe o conceito de bem comum, só o bem deles. Muito, muito deles.

 

O segundo sintoma tem que ver com o aparecimento desses direitos. Como aparecem esses direitos? Não sabem. Sabem que basta abrirem a torneira que a água vem quente, que dentro do frigorífico está invariavelmente leite fresquinho, que os livros da escola aparecem forradinhos todos os anos, que o carro tem sempre gasolina e que o dinheiro nasce na parede onde estão as máquinas de multibanco. A única diferença entre eles e os socialistas com cartão de militante é que, justiça seja feita, estes últimos já não acreditam na parede – são os bancos que imprimem dinheiro e pronto, ele nunca falta.

 

Outro sintoma alarmante é a visão de futuro. O futuro para os meus filhos é qualquer coisa que se vai passar logo à noite, o mais tardar. Eles não vão mais longe do que isto. Na sua cabecinha, não há planeamento, só gastamento, só o imediato. Se há, come-se, gasta-se, esgota-se, e depois logo se vê. Poupar não é com eles. Um saco de gomas ou uma caixa de chocolates deixada no meio da sala da minha casa tem o mesmo destino que um crédito de milhões endereçado ao Largo do Rato: acaba tudo no esgoto. E não foi ninguém...

 

O quarto tique socialista das minhas crianças é estarem convictas de que nada depende delas. Como são só crianças, acham que nada do que fazem tem importância ou consequências. Ora esta visão do mundo e da vida faz com que os meus filhos achem que podem fazer todo o tipo de asneiras, que alguém irá depois apanhar os cacos. Eles ficam de castigo é certo (mais ou menos a mesma coisa que perder eleições), mas quem apanha os cacos sou eu. Os meus filhos nasceram desresponsabilizados. A responsabilidade é sempre de outro qualquer: o outro que paga, o outro que assina, o outro que limpa. No caso dos meus filhos, o outro sou eu, no caso dos socialistas encartados o outro é o governo seguinte.

 

Por fim, o último mas não menos aterrorizador sintoma muito socialista dos meus filhos é a inveja: eles não podem ver nada que já querem. Acham que têm de ter tudo o que o do lado tem, quer mereçam quer não. São autênticos novos-ricos sem cheta. Acham que todos temos de ter o mesmo e, se não dá para repartir, ninguém tem. Ou comem todos ou não come nenhum. Senão vão à luta. Eu não posso dar mais dinheiro a um do que a outro ou tenho o mesmo destino que Nicolau II. Mesmo que um ajude mais que outro e tenha melhores notas, a "cultura democrática" em minha casa não permite essa diferenciação. Os meus filhos chamam a esta inveja disfarçada, justiça, os socialistas deram-lhe o nome de justiça social.

 

A minha sorte é que os meus filhos crescem. Já os socialistas são crianças a vida inteira.