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BandaLarga

as autoestradas da informação

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SALVADOR ALLENDE GOSSENS

 

Lo conocí por casualidad. Fue en la época en que se candidateaba para la Presidencia de la República de Chile. Corría contra Jorge Alessandri Rodríguez, en 1954 quien ganara la presidencia por una mayoría de votantes muy baja, pero que le permitió ser Presidente de la República sin consulta al Parlamento. Tenía yo trece años, el Senador Allende, 1954, cincuenta y seis. Supe que visitaba nuestras tierras, en donde nuestro padre era quién poseía la jefatura de una central eléctrica, trabajaba con 350 obreros y 27 técnicos. Mandaba también sobre la fuerza policial. A nuestra casa, en época de elecciones, entraban todos los candidatos de la ideología del ingeniero especialmente la Democracia Cristiana.

El día en que el Senador fue as nuestras tierras, nuestro padre mandó cerrar los portones que permitían el acceso a las tierras de la usina y Salvador Allende quedó del lado de fuera, con apenas un puñado de hombres pobres y buenos bebedores, que lo aplaudían y querían oír su discurso.

Cuando supe de este atropello, no tuve la menor hesitación, fui de inmediata a la casa de los policías, que en Chile son llamados Carabineros y la casa retén, y ordené de inmediato al sargento que abriera las puertas. El hombre estaba partido: Don Raulito, su padre mandó cerrar las trancas. Tozudo, le dije: mi padre será el patrón, que no tiene el derecho a negar la entrada a un Senador, a un representante de nuestra Soberanía, como está definido en la ley. El Sargento dijo disculpe, señor, pero…Ni peros ni paros, dije yo, métanse rápidamente al Retén, que las puertas las abro yo, se encierran y así no me ven. Lo que hicieron esos cuatro policías. Además, hay mucha gente dentro de estas tierras que deseaban oír al Senador y no se atreven a salir por miedo a mi padre. La responsabilidad es mía y si me debe detener después, cumpla pues la ley, que yo me presentaré.

Abrí las puertas, me acerqué al Senador, le pedí disculpas por este desacato y lo convidé a entrar. La única calle de las trescientas casas de obreros, estaba vacía. Le dije a uno de los que yo conocía que acompañara al Senador y me fui a varias casa de los que yo sabía ser socialistas y los convidé. Algunos salieron, otros, se escondieron: estaba montado el lío. Lo deshice como moño de vieja, tomé al Senador por el brazo y fuimos de casa en casa, yo batía, él hablaba. Hasta que, frente a la escuela de ese sitio, Laguna verde por nombre, se juntaron más de cien personas, mandé traer un silla grande, el Senador se subió e hizo su discurso sobre la igualdad social, sobre lo que ganaban más los patrones con las horas de trabajo o más valía, palabra que no usó, porque eran medio analfabetos, especialmente en materias de economía.

Acabó el discurso, fue aplaudido, mi padre no apareció para ver si sus órdenes habían sido cumplidas, pero uno de los choferes le fue a contar. Nuestra madre, española foránea, hija, nieta y biznieta de las damas de compañía de la Reina de España, le dijo que era de mala educación no permitir al pueblo a oír a su candidato, que la ley era igual para todos, le pasó un libro, le dijo siéntate y lee y deja a la gente en paz. Y la gente en paz quedó.

Convidé al Senador a pasear por nuestras tierras, fincas de pinos, y la gente nos siguió y pudieron hablar con él, calmamente. Fue una de las más hermosas tardes que pasé en Laguna Verde.

El Senador tenía que irse, habían más compromisos, lo dejé en las puertas de entrada, me dijo: joven estoy acostumbrado a esto, por eso siempre pierdo, pero con gente como Ud., seguro que gano. Me dio un abrazo, me hizo adiós desde el auto, cerré las puertas, me volví a los que quedaban y hablé: aquí no ha pasado nada. Hemos tenido la suerte que un Senador de la República nos visite. Es una pena que mi padre se haya perdido una tarde tan buena. Váyanse a sus casas, y tomen sus onces-el lanche portugués.

Como prometido, veré las puertas, trancas se dice en Chile, me presenté al retén en donde se habían encerrado los carabineros, balé con el sargento y le dije: aquí me tiene: si he hecho mal, deténgame, si no, voy a tomar té a mi casa. El sargento se cuadró, puso las manos en la visera como si saludara a un capitán, y me dijo: Don Raulito, yo no he visto nada, váyase en paz. Y en paz me fui. En casa no hubo debate, la mamá tejía, preguntó cómo era Allende, se lo describí en presencia del papá que no dejó de leer.

Ese año mi Candidato perdió las elecciones por poco margen, después casé y nos fuimos a Gran-Bretaña a completar mis estudios de pos grado, fui llamado a Chile para votar, y también porque mi jefe de Cambridge, Sir Jack Goody, comunista primero, combatiente en la revolución española del 36, quería saber cómo era el socialismo de voto libre, porque hasta ahora habían sido solo peloteras.

Y en pelotera quedó. Allende ganó, fue confirmado por el Congreso, pero todos sus enemigos, incluyendo miembros de la coalición que lo apoyó, la Unidad Popular, hicieron su vida negra. Se sublevó el ejército a nombre de la burguesía y de la CIA y lo mataron en su sitio de trabajo, el palacio de la Moneda. ¿Que se suicidó? ¿Qué importa? Él evitó una guerra civil el 11 de Septiembre de 1973, sus enemigos tuvieron que sufrir tanto como sus correligionarios. El Presidente anterior que no quería ser el Kerensky de Chile, fue asesinado en una operación leve de apendicitis.

Tuvimos dos años y medio de igualdad, que no se pueden pagar.

Hortensia Bussi de Allende y su cuñada Laura, hermana del Presidente, recibieron esa tarde, con su cuñada, una caja de madera que decía NN, sellada y fue sepultado en un nicho sin nombre en el cementerio de Santa Inés en Viña del Mar. Las dos, corrían por las calles, en cuanto esperaban los soldados, diciendo a voz en cuelo, gritando pues: sepan que en este nicho está enterrado el Presidente Legítimo de Chile, Su Excelencia el Dr. Salvador Allende, hasta que fueron apresadas por los soldados, corrieron al avión que el Gobierno de México puso a su disposición y abandonaran Chile.

En el tiempo en que la democracia volvió, el Primer Presidente, ese amigo de nuestro padre, le hizo un funeral de Estado, convidando a todos los jefes de Estado, Presidentes, Reyes, Reinas o sus representantes, Embajadores. Hubo sólo una condición: el pueblo exigió llevar el féretro a hombros los 100 quilómetros entre Viña del Mar y Santiago. Por causa del protocolo y la falta de tiempo, Aylwin con su santa paciencia, aceptó entrar a la Catedral a hombres de los obreros y llevarlo al Cementerio.

Su obra es conocida. Otros hablaran de ella. Pero no puedo olvidar esto que vi:

condición: el pueblo exigió llevar el féretro a hombros los 100 quilómetros entre Viña del Mar y Santiago. Por causa del protocolo y la falta de tiempo, Aylwin con su santa paciencia, aceptó entrar a la Catedral a hombres de los obreros y llevarlo al Cementerio.

 

 

Nunca más se repetirá. No soy hombre de fe, como mi Presidente, pero esto….nunca más, lo juro por Dios

 

Raúl Iturra

 

Aún en exilio

 

Parede, Portugal,

 

11 de Septiembre de 2010.

 

lautaro@netcabo.pt

 

escrito en el castellano coloquial de Chile

 

 

 


 

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